viernes, 3 de junio de 2011

Un pato?? o toda una sociedad?

"Mientras su cara risueña deambule inocentemente por las calles de nuestro país, mientras Donald sea poder y representación colectiva, el imperialismo y la burguesía podrán dormir tranquilos.”


 
Para leer al Pato Donald trata  de construir la ideología imperialista subyacente en las relaciones entre los personajes del cómic de Disney, comparadas con las propias condiciones de trabajo de los empleados de la compañía. Estos últimos quedan convertidos en trasunto de los indígenas y sobrinos de la historieta (Huey, Dewey y Louie). Para Dorfman y Mattelart, detrás de la máscara del mito Disney se esconde el inevitable mensaje propagandístico del imperialismo cultural, del capitalismo estadounidense y del mítico "American Way of Life."

Es un libro clave de la literatura política de los '70. Es un ensayo, un análisis marxista sobre literatura de masas, cuya tesis principal es que las historietas de la factoría Disney no sólo serían un reflejo de la ideología dominante -el de las clases dominantes, según los postulados del marxismo-, sino que, además, serían cómplices activos y conscientes de la tarea de mantenimiento y difusión de esa ideología. Las historietas de Disney, más que un entretenimiento infantil, son un manual de instrucciones para los pueblos subdesarrollados sobre cómo han de ser sus relaciones con los centros del capitalismo internacional. Este libro surge en un contexto histórico particular, con Allende en la presidencia chilena y con repercusiones variadas, como la de los diarios de la derecha que reaccionaron indignados contra este texto.

Según los autores, el conflicto maniqueísta entre los personajes nunca tiene una base social porque se han eliminado todas las formas de producción (material, sexual e histórica). Simplemente, se trata de representar la superestructura ideológica de una sociedad capitalista avanzada, cuyo único futuro posible es la supremacía del sector terciario (de servicios) como clase. A este efecto, las fuerzas históricas y el sector secundario o productivo quedan eliminados. Por el mismo camino, el Tercer Mundo acaba siendo un parodiado juguete del Primero, que importa--al mismo tiempo que los productos manufacturados--su sistema axiológico. Los cómics son realmente un manual de instrucciones para los pueblos subdesarrollados sobre cómo han de ser sus relaciones con los centros del capitalismo internacional. En definitiva, el cómic de Disney no es mero entretenimiento sino una burla explícita de las condiciones de dependencia y explotación de la periferia por parte de los centros de decisión, representados por el tío Scrooge McDisney. Es más: su objetivo final es promocionar el subdesarroyo. No obstante, la obra se ha criticado en múltiples ocasiones. Por ejemplo, para Salvador A. Oropesa, "lo que intentan Dorfman y Mattelart es dejar intacta la estructura social de la burguesía (como en Moros en la costa) y cambiar sólo el nombre de la gente a desempeñar la función, sobre todo con el espejismo del proletariado" (170).

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